EL FIN DEL MUNDIAL

SÁBADO, UNO

"Alemania jugó con medio equipo suplente y sin embargo consiguió prevalecer sobre la bravura uruguaya. Alemania hizo un gran mundial y mereció el tercer puesto. Pero Uruguay también hizo un gran mundial y mereció el tercer puesto. No es fácil meterle dos goles a Alemania y Uruguay lo hizo y pudo hacerle tres si Forlán metía el tiro libre que pegó en el palo en el último minuto y que mereció ser 3-3, vamos al suplementario. Qué grandísimo jugador este Forlán: no sólo por el golazo de volea que marcó (Forlán patea mentalmente antes de que le llegue la pelota, de modo que está unos segundos adelante que todos los demás), sino por todos los goles que marcó, siempre pateando rabiosa y precisamente, siempre con la ambición insaciable del goleador de raza. Pero el otro gol uruguayo fue también un prodigio, una hazaña colectiva, una brillante suma de aciertos improbables: cómo roba esa pelota el ruso Pérez (el mejor jugador de Uruguay en el mundial, mejor aún que Forlán), cómo la abre con gran inteligencia Luisito Suárez sin pensar en él sino en quien mejor viene para convertir y cómo define con clase y fineza Cavani en dos tiempos. Brillante Uruguay, salvo el portero, culpable de los tres goles alemanes: en el tiro brutal, dinamitero, de Schweinsteiger, pelota que venía cargada de veneno, nunca debió dar rebote al medio, esa es una falla imperdonable en el manual del arquero, debió desviarla a un costado; y en la pelota aérea que sale a puñetear y termina cazando mariposas o moscas o luciérnagas o peor aún nada, ni un insecto, pues le da un manotazo al viento frío sudafricano y regala el gol, y en el último gol alemán, tal vez ya intimidado por la falla que cometió en el segundo cuando salió y no rasgó la pelota sino la nada misma, Muslera se queda clavado en su línea de gol cuando la pelota viene al área chica, y yo creo que debió salir a cortar pero ya tuvo miedo, ya estaba traumatizado por el despiste del gol anterior y entonces no arriesgó y pasó el desmadre que pasó: el jaleo en su área chica, los rebotes y la pelota adentro por pusilánime el arquero. No digo que Muslera sea un mal portero, no lo es: gracias a su habilidad los uruguayos consiguieron llegar tan lejos (sobre todo superar a Ghana en los penales), pero claramente Alemania prevaleció sobre Uruguay por dos razones: porque el arquero uruguayo cometió errores gruesos que costaron goles evitables y porque el palo, maldita sea, jugó para Alemania en el último minuto, qué pena que ese tiro libre de Forlán no entró, no hay justicia en el fútbol (ni en la vida) porque hubiera sido lindo que la pelota bajase un poquito antes y se metiera y Forlán se diera el gustazo de zamparle dos zapatazos en el orto a los alemanes y llevarlos a suplementario. Me quedé un poco rabioso o frustrado porque, a sabiendas de que Alemania, aun con suplentes, jugó mejor que Uruguay, me molestaba y aún sigue molestándome que el entrenador alemán se hurgue la nariz con tan obscena persistencia, se busque la mucosidad nasal solidificada en esas cavernas bávaras o bárbaras, la extraiga a vista y paciencia del mundo entero y nos enseñe en qué consiste exactamente el waka-waka: en comerse los mocos bien masticados, saboreados y deglutidos, sin importarle que mil millones de personas estemos viendo ese espectáculo repugnante, vomitivo, que la FIFA o la Corte de La Haya debería prohibir, por el amor de Dios. Sólo por eso, porque Löw resultó siendo un comemocos asqueroso (y porque para mi desgracia muchos me decían que se parece a mí o que yo me parezco a él, pero juro que yo no me como los mocos nunca, jamás), y porque los alemanes han matado a mucha gente en las guerras mundiales, y porque cómo carajo va a jugar por Alemania un moreno brasilero llamado Cacau (que se llame Cacao, bueno, pero Cacau es como Cau-Cau con Cacao, un asco, otro comemocos desertor, dónde se ha visto que un brasilero se nacionalice alemán y encima se llama Cacau: si se llama Cacau, tendría que haber jugado con Kaká, con Elano, con todos los otros brasileros de apellidos escatológicos, anales), y porque Diego Pérez no es un futbolista sino un campeón mundial de lucha libre y kick boxing, y porque Forlán hizo algunos de los goles más alucinantes del torneo, me quedé con la frustración de que ese tiro libre en el último instante del juego no fuera gol. Bueno, al menos no campeonó Alemania. Eso ya es un consuelo.



DOMINGO, DOS
España salió a ganar el partido, Holanda salió a trabar el partido. España salió a jugar, Holanda salió a que España no pudiera jugar. España quiso imponer su escuela y Holanda se propuso destruir esa escuela. España tuvo las mejores intenciones creativas y Holanda desplegó las peores intenciones destructivas. Siendo que ambos saben jugar con refinamiento estético, España salió a tocar bonito y Holanda salió a romper piernas, meter planchazos, enredar a patadas la fluidez endiablada de los españoles. Y lo consiguió. Salvo en los primeros quince minutos, cuando Sergio Ramos dispuso de dos clarísimas ocasiones de gol, una de cabeza desviada magistralmente por el portero Stekelenburg y la otra, un obús que raspó la pierna de un holandés y lo mismo que se fue afuera, pudo ser autogol. Hasta entonces, España era largamente superior y daba un poco de vergüenza ver a Holanda haciendo ese papel tan áspero, tan crudo, tan disminuido: vamos a jugar a que España no pueda jugar. El árbitro Webb pudo expulsar a algún holandés en el primer tiempo (sobre todo a De Jong, que le metió un planchazo artero en el pecho a Xabi Alonso, una agresión caníbal que casi le arranca el corazón), pero creo que fue sabiamente comedido en amonestar a cuanto holandés se la pasaba repartiendo patadas malevas y entonces fue un festival de tarjetas amarillas (catorce nada menos). Pero claramente era España el que proponía el juego limpio, el juego fino, el juego inteligente y vistoso, y era Holanda el que, con evidente complejo de inferioridad, se proponía neutralizar el juego español, se resignaba a ese objetivo bochornoso: por las buenas o por las malas, no dejar que el otro juegue, ya no importa si uno tampoco juega un carajo o la mitad de un carajo. Por eso el partido, en sus primeros noventa minutos, fue tan áspero y trabado, porque Holanda (y en esto tuvo mérito) consiguió su deplorable propósito: impidió que España jugase como sabe jugar, los sometió a una marcación violenta y sofocante y renunció a jugar como Holanda sabe jugar (que a veces puede ser incluso mejor de lo que España sabe jugar) para contentarse con obstruir, amañar, viciar, enredar y boicotear el admirable estilo español. Se puede decir entonces que España salió a ganar y Holanda salió a boicotear la final. España siempre quiso ganar y Holanda siempre quiso pegarle una patada a un español. Dicho todo esto, si contamos fríamente las oportunidades claras de gol que ambos equipos dispusieron en los noventa minutos de juego, diría que fue Holanda quien más cerca estuvo de ganarlo, y si no lo ganó fue gracias a la heroica actuación de Casillas: el portentoso arquero español salvó tres goles, los tres se los escamoteó a Robben, el primero cuando terminaba el primer tiempo y Robben disparó el zurdazo previsible y Casillas la sacó con las uñas del primer palo, el segundo y más claro cuando, a pase magistral de Sneijder, Robben se falló el gol de la copa (que se lamentará lo que le quede por vivir) porque Casillas se la sacó con el pie, y el tercero cuando, superando a Puyol, y empujado o desequilibrado por Puyol, Robben quiso esta vez no definir de zurdazo seco sino burlar a Casillas y éste le leyó la intención y se arrojó a los pies del pelado maldito y le birló la pelota. En esas tres ocasiones, Robben privó a Holanda de ser campeón del mundo por una vez en su historia, o más exactamente fue Casillas quien privó a Holanda de esa alegría de nuevo postergada. Claro que España también tuvo las suyas en los noventa minutos, sobre todo los dos cabezazos de Ramos, uno desviado por el arquero y el otro arriba, y el zurdazo de Villa al cuerpo del portero (gran arquerito el holandés Stekelenburg). Pero, y así es el fútbol de raro, si bien España salió a ganarlo y Holanda a sabotear el juego español, fue Holanda quien pudo ganarlo en el segundo tiempo con los dos mano a mano entre Robben y Casillas. Ya en el suplementario, los técnicos demostraron quién quería ganarlo y quién, llegar a duras penas a los penales (ya Holanda con un hombre menos), y todas las llegadas claras de gol (las más clara la que erró Fàbregas en el minuto noventa y cinco, tapadaza del holandés) fueron de España, todas en esa media hora fueron épicos afanes de España para alzarse con la copa, mientras Holanda, que ya no tenía energías para seguir neutralizando la fluidez del toque mágico español, se atrincheraba en la ilusión de los penales. Fue entonces, cuando aflojó la marca obsesiva y por momentos delictiva de los holandeses, cuando apareció todo el genio de Iniesta para decir acá mando yo, acá pienso yo, ahora tengo más espacio y ahora voy a demostrar quién es el balón de oro, quién es el más pendejo y genial y retorcido de todos los que sudaron en este mundial. Iniesta comprendió que ya Villa no estaba, que Fàbregas no pudo meterla cuando debió, que el Niño estaba malherido, Iniesta comprendió que era él quien tenía que deshacer este entuerto y darles una lección a los holandeses de que el que quiere jugar mejor y más bonito es quien al final mete el gol del triunfo y levanta la copa. Que no vengan ahora con el reclamo de que en el pase del Niño, Iniesta estaba en fuera de juego y luego en el segundo pase ya sale del fuera de juego: si hay protestas, que manden una carta a Indecopi o que lleven la querella al tribunal de La Haya, que no jodan con lamentos tardíos los holandeses. Porque España fue mejor. Porque España siempre quiso jugar y Holanda siempre quiso jugar a que España no jugase. Y porque en los treinta del suplementario había un equipo que quería ser campeón, que se sentía campeón, que sentía que la historia le exigía ser campeón, y que iba a por todas para ser campeón, y ese equipo era España, y el líder intelectual de esa selección de artistas era quien terminó siendo el héroe de la final: ese menudo y calvo y taciturno y algo melancólico jugador catalán, Andresito Iniesta, que a cuatro de terminar el suplementario la tuvo en sus pies, la controló con su habitual maestría y sacó el derechazo cruzado que hizo absoluta justicia en el partido y el campeonato entero: se alzó con el título el equipo que jugó con más inteligencia, con más astucia, con más impredecible sabiduría para inventar rarezas, maravillas, combinaciones imposibles y admirables en un mar de piernas ásperas. Viva España, coño. España jugó el mejor fútbol del mundo y se hizo justicia y es campeón del mundo. Y que Löw se coma los mocos de Del Bosque. Y que al Paseo de Gracia en Barcelona le cambien de nombre y se llame ahora y para siempre Paseo Andresito Iniesta de los cojones, Dios te bendiga, pelado inmortal." J.B

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